lunes, marzo 12, 2012

EL ARBOL DE LA VIDA, El Arbol de la Polemica


El privilegio del cine visionario, ese que se atreve a explorar caminos nunca antes transitados, que se lanza al vacío en busca de lo desconocido y que crea imágenes que no se parece a nada que hayamos visto antes es lo que define la trascendencia de una película tan descomunal e inabarcable como El Árbol de la Vida, que desde su mismo estreno en Cannes 2011 donde acabaría obteniendo la Palma de Oro a la Mejor Película polarizó de inmediato todos los debates de la crítica y todas las opiniones. Es algo que ha seguido haciendo desde entonces y que seguirá haciendo en el futuro. Este correo recoge solo algunas de las impresiones de varios de los críticos más importantes de nuestro país, como mínima muestra de ese debate y como prueba de algo irrefutable: podrá gustar más o menos pero la película de Malick es una experiencia que hay que ver, vivir y sentir en el cine, en pantalla grande. Hoy lunes a partir de las 20:00 Cinesa el Foro, os ofrece esa oportunidad, ese privilegio. Aprovechadla.




Carlos F. Heredero – Cahiers Du Cinema “La controversia es inevitable y con toda seguridad, también provechosa. O por lo menos deberíamos intentar que lo fuera. El film de Malick, con su poderosa cosmogonía imbuida de misticismo en torno a los orígenes del universo, con su visionaria representación de los albores de la tierra, con su irredenta determinación de capturar lo inasible y de atrapar el latido de las emociones, con sus explícitas ambiciones de trascendencia religiosa, con su vocacional dimensión de poema lírico no narrativo, con todo su misterio y con todos sus excesos, con todos sus clamorosos desequilibrios y con todo su arrollador impulso fílmico, no necesita de ninguna operación de marketing para convertirse en una película acontecimiento y en un film de culto.

Es el privilegio de los grandes creadores: el de proponer algo que nunca antes habríamos podido imaginar, sacudir las certezas y los dogmas imperantes, poner en cuestión nuestra propia percepción de la vida, interrogar o poner patas arriba los códigos fundadores de las formas de representación conocidas. Invitarnos, en definitiva. A explorar nuevas rutas expresivas y exigirnos, en cualquier caso, una actitud más abierta ante aquello que nos cuestiona a nosotros mismos.

Abramos pues el debate y, sobre todo, abramos bien nuestros ojos. Estamos ante una película que nos lo demanda.”

Carlos Boyero – El País “En El Árbol de la vida Malick ya ha renunciado a su muy liviano interés por la narrativa en posesión de un orden, por una sucesión de cosas con principio, desarrollo y final. Si existe algo enemistado con el análisis, un género que capta exclusivamente sensaciones y que ofrece múltiples interpretaciones al gusto de cada lector, es la poesía. Y Terrence Malick la crea en cada plano y en cada sonido, en la atmósfera, en lo que muestra y en lo que sugiere, en el detallismo y en la evocación, en lo palpable y en lo etéreo. Admitiendo su innegociable vocación de juglar, hay tanta densidad en El árbol de la vida que a veces me pierdo y en otras ocasiones me conmueve. La media hora inicial la veo en estado de hipnosis aunque me resulte difícil saber de qué está hablando (…)


Pero lo más hermoso es cómo está captado el mundo de la infancia, todas esas cosas que marcarán la personalidad adulta. Malick se inventa un lenguaje de artista superior para hablar de la iniciación, del descubrimiento permanente. Su prodigiosa cámara recrea juegos, estados de ánimo, miedos, visiones, enigmas, amores, paisajes, libertad, asombro, dudas, olores, revelaciones que te acompañarán toda tu vida y la lacerante nostalgia de haber vivido alguna vez en un paraíso que se ha perdido. Las relaciones de estos niños entre ellos, con sus padres, con las personas y las cosas, con la naturaleza, con los milagros cotidianos, poseen la cadencia, la complejidad, el poder de evocación y la magia de los mejores poemas.”


Oti Rodríguez Marchante – ABC “Dos horas y media después de haber empezado, aquello se acabó, y todo el público parecía tener ganas de hacer o decir algo al respecto, y los berridos y los aplausos era lo que se tenía más a mano. Ha de suponerse, una vez vista la película, que lo que quería hacer con ella Malick es pura poesía, que se ha puesto frente al mundo y se ha dicho para sí mismo: voy a verte, a explicarte, y le ha salido una monumental obra cuya mitad, más o menos, son visiones espaciales, aéreas, con mucho aparato de nubes y fuegos y aguas, con una voz en «off» que si uno se empeña le compone un cuadro parecido al de Juan Salvador Gaviota; y cuya otra mitad se dirige a la explicación de la niñez, de la familia, de la vida, del tránsito hacia la muerte y de algunos otros abismos…

Negarle algunos momentos de sublime sensibilidad y de máxima belleza sería igual que negarle los otros, esos que parecen causados por algún producto estimulante o por la letra pequeña del decálogo de alguna secta. No es fácil ver y dejarse ver por esta película, que no sortea ni lo sublime ni lo otro, el peldaño que desciende hacia un cursillo acelerado de filosofía sostenible, hacia un panteísmo reparador o hacia una idea confortable del tránsito hacia la muerte, casi como una ofrenda. Las imágenes que lo corroboran son una audacia mental, o sentimental. Sobre si Malick consigue aliar lo sólido y lo líquido de su película sólo hay una respuesta: la que tenga cada cual."


Tomas Fernández Valentí – Imágenes de Actualidad “El Árbol de la Vida es al mismo tiempo un retrato familiar íntimo y una digresión filosófica sobre la existencia humana. Todo ello contado mediante una exuberante puesta en escena donde predominan las imágenes, sensuales y sensitivas como pocas, y escasean los diálogos, supeditándolo todo a un concepto de cine puro. Superada una primera parte que supone un fascinante desafío para el espectador más exigente, el espectador ya está sobradamente preparado para adentrarse en un sensible melodrama familiar que erige El Árbol de La Vida como una de las más bellas piezas de género que haya dado el cine norteamericano de estos últimos años. La nostalgia por la infancia perdida, las difíciles relaciones entre cónyuges y entre padres e hijos, las heridas del pasado y el devenir del tiempo que todo lo cura se combinan de forma magistral, con no pocas escenas oníricas. Destaca en ese sentido la poderosa secuencia final que resume por sí sola el estilo de un realizador empeñado como pocos en trascender la realidad con sus películas.”


Luis Martínez – El Mundo “Es, o debe ser, la historia del tiempo; quizá de la misma vida. Pero, cuidado, no de una parte de ella, sino de toda ella. A lo bruto. Por el medio, una familia, con Brad Pitt a la cabeza, se debate contra las miserias de, también, la vida y, necesariamente y como parte indisoluble de ella, de la muerte. El problema no es la perfecta composición de imágenes, sino el despiste. La narración navega sin rumbo entre una composición anárquica de frases perdidas dictadas en 'off' con la nada velada intención de la profundidad. Cueste lo que cueste.

Raptado por una suerte de lírica 'new age' de sonajero, la película apenas acierta a retratar el sentimiento de pérdida con una falta de rigor y de honestidad ciertamente preocupante. Es cierto que la caligrafía rota, sensible y precisa que ordena la filmografía del director arrolla cuando aparece. La mirada del chaval que descubre en la violencia de su padre el rigor de su amor es capturada con una certeza que asusta. Es en esos instantes, directos y vacunados contra la pedantería, cuando aparece la sensación de reconocimiento. El director pasa de hablar de la vida (así en general) a referirse a la vida de cada uno de los espectadores (así en particular). Y claro, en ese momento, hiere. Que es de lo que se trata.”


Carlos Reviriego – Cahiers Du Cinema “Himno a la gloria de la creación y trascendente poema místico (que no religioso), El Árbol de la Vida es una especie única en la historia del cine. Convendría inventar nuevas perspectivas críticas para abordar debidamente su plenitud creativa. Si, es la plegaria de un creyente: sus imágenes y sonidos interpelan directamente a Dios. Pero la fe de Malick que nos cautiva es su infinita confianza en el cine como un templo donde convocar el éxtasis (…) El macrocosmos y el microcosmos, la gracia divina y la naturaleza humana se confabulan bajo el enorme talento de Malick para hacer convivir la imaginería cósmica y la interrogación filosófica con las introspección humanista más hermosa y extrema”


Quim Casas – Dirigido “Estrechando lazos con Stanley Kubrick (el largo pasaje sobre el origen de la vida está en sintonía con la idea sintética de la evolución del mundo expresada en lo visual por el autor de 2001 Una Odisea del Espacio) las metáforas son de orden similar y el montaje de imágenes de cataratas, volcanes, mares y planetas producen un similar placer de orden estético sin quedar desgajados del resto: origen y fin, el mundo y el hijo, el hombre y la naturaleza, la concepción del universo y el plano del pie de un recién nacido que cabe en la palma de la mano de su padre, una de las imágenes-símbolo más bellas y poderosas de toda la obra del director.

Los seres humanos son imperfectos, a diferencia de la naturaleza, elogio de la perfección, y por ello Malick los filma de manera esbozada sin por ello negar la construcción de sus propias vidas en la pantalla: un simple gesto de uno de los hijos de Brad Pitt o el acercamiento de la cámara a un objeto conocido son suficientes, en la mecánica afectiva del cine de Malick, para que sepamos cómo son y qué piensan en momentos determinados y determinantes de la historia. El Árbol de la vida reposa asi en la alternancia y la fragmentación, en lo sugerido y lo mostrado, en lo que pasa ante la cámara y lo que plantea la voz de uno de los personajes en pleno conflicto con los demás. Malick elabora la historia de la familia de manera que no parezca nada elaborada (…) es, en este terreno, el más sugerente de los directores norteamericanos contemporáneos, aunque a veces se deje llevar por la retórica.”



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