viernes, enero 08, 2021

MI CINE ESPAÑOL DEL 2020

 

El listado de mi Cine Español del 2020, el año en el que todo cambió

Para esta selección se han tenido en cuenta los estrenos en salas comerciales y/o las plataformas VOD de producciones españolas comprendidos entre Enero y Diciembre del 2020. No están en ella algunas películas vistas en este año en Festivales de Cine o Mercados que previsiblemente tendrán su estreno a lo largo del 2021… aunque ahora mismo estamos en una situación que todavía no sabemos lo que ocurrirá con las salas de cine y las mismas plataformas, pero eso es otra cuestión.

Para este listado también se han considerado, sin orden definido alguno, títulos como Ane, La Isla de las Mentiras, Uno para Todos, No Matarás, Una Vez Más, El Arte de Volver, Baby, Historias Lamentables, Orígenes Secretos o Hasta el Cielo.

La Voz Humana, el cortometraje que supuso el primer trabajo en inglés de Pedro Almodóvar

También me merece la pena hacer una mención especial a LA VOZ HUMANA, excelente cortometraje de Pedro Almodóvar con una soberbia Tilda Swinton, que es otro de los momentos del cine español del año. Por mi parte también considero que hay series, como ANTIDISTURBIOS de Rodrigo Sorogoyen, que entrarían en un listado del cine español que contara con unos criterios de selección más amplios, pero este es un terreno en el que me parece peligroso entrar, pues el riesgo de desenfocar la selección es muy alto.

Me gustaría destacar dos detalles del listado de este año: por un lado, la presencia de seis películas dirigidas por mujeres en el top-10, incluyendo tres de las cinco primeras. Por otro el altísimo nivel que sigue dando el cine documental – o películas que podrían encuadrarse como documentales aunque en realidad juguetean entre los límites de la realidad y la ficción – español, con cuatro títulos incluidos este año entre los diez primeros y muchísimos más que podrían estar en esa segunda lista. Hay que prestarle más atención al documental español porque está creciendo de forma imparable con propuestas cada vez más y más estimulantes.

Don Miguel de Unamuno, ese enigma al que es fascinante acercarse desde el cine

·         PALABRAS PARA UN FIN DEL MUNDO (Manuel Menchón, Documental)

Manuel Menchón, que ya nos había ofrecido un retrato ficcionalizado de una parte de la vida de Miguel de Unamuno en La Isla del Viento, la de su exilio en Fuerteventura, se pasa ahora al documental para, con una ingente cantidad de material inédito primorosamente montado y estructurado, abordar otros aspectos de la figura contradictoria y rodeada de muchos malentendidos interesados del escritor salmantino, como su conflictiva relación de amor/odio con la II Republica, su toma de postura en los inicios de la Guerra Civil, la famosa bronca con Millán Astray en aquel Dia de la Raza del 36 donde pronunció su frase más famosa – la película sirve así como un tan necesario como estimulante contrapunto a la película de ficción de Alejandro Amenábar… y hace desear que se hubiera estrenado al tiempo que aquella – y de forma muy interesante, una minuciosa reconstrucción de sus últimas horas de vida que se tornan en un apasionante juego de detectives. El resultado final es magnífico y nos hace reflexionar no solo sobre aquella España que se empeñó en asesinarse y eliminar a la otra mitad que no pensaba como ella durante años sino en cuánto de aquellos odios bien enraizados permanecen hasta nuestros días con una vigencia insólita y si alguna vez podremos deshacernos de ellos por completo. Con una apuesta indiscutible por la voz en off en la narración de los hechos, las reconocibles voces de José Sacristán, Marian Alvarez, Antonio de la Torre y Victor Clavijo que nos guían durante toda la narración no hacen sino ofrecer un plus a una propuesta realmente interesante que ha pasado sin duda más desapercibida de lo que su calidad habría merecido. La tenéis en Filmin.

Carmen Arrufat, el gran descubrimiento de La Inocencia de Lucía Alemany

·         LA INOCENCIA (Lucía Alemany)

Relato de adolescencia que es asimismo la ópera prima de una realizadora tan estimulante como Lucía Alemany, la verdad que transmite esta historia surge no solo de la evidente conexión con la propia experiencia vital de la directora con un episodio personal propio, sino el cuidado con el que está estructurado un relato que cuenta con el innegable atractivo de su reparto: al desparpajo y el carisma de su protagonista, esa soberbia Carmen Arrufat llena de fuerza que se quedó a las puertas del Goya a Mejor Actriz Revelación por este trabajo y de la que sin duda seguiremos viendo mucho más en el futuro, Lucía supo rodearla de los siempre solventes Laia Marull y Sergi Lopez como esa pareja de padres completamente desconectados de la realidad que atraviesa su hija y que tienen muy difícil lidiar con el problema que se les viene a todos encima. Los ambientes rurales, esos pueblos donde todo el mundo se conoce y uno sueña con volar lejos de allí cuando se es joven en pos de los sueños, están perfectamente retratados en una película que gana con las aportaciones de los personajes que rodean a Lis, tanto ese novio que la quiere al tiempo que roza lo abusivo en su trato o las madres de otras amigas (excelente Sonia Almarcha en su papel) que aunque jueguen el rol comprensivo saben como ponerle los pies en el suelo. La Inocencia es el triunfo de la naturalidad, un relato que, sin alardes pero sin complejos, sabe transmitir con similar eficacia la pasión y la inconsciencia de la juventud y el doloroso baño de realidad que supone asomarse por vez primera a los sinsabores amargos de la vida adulta. Esa engañosa sencillez que entronca con toda una tradición del cine español surge de un trabajo en realidad muy bien pensado con una eficaz puesta en escena que nos descubre a una cineasta muy interesante a la que conviene seguir la pista muy de cerca en próximos trabajos.

Invisibles, esas maravillosas Mujeres en el Parque (del Príncipe) de Gracia Querejeta

·         INVISIBLES (Gracia Querejeta)

Gracia Querejeta ha construido ante todo una película honesta y coherente. Honesta porque en ningún momento pretende ir más allá de lo que ‘Invisibles’ establece desde sus primeros compases: acercarse a las vidas de tres amigas cercanas a los cincuenta que pasean juntas todos los jueves por la mañana en un parque y que aprovechan ese breve espacio de libertad e intimidad para contarse sus cosas del día a día. Desgranan sus problemas, sus miedos, ilusiones y frustraciones, hablan de su insatisfacción laboral y emocional, se desahogan, riñen, se desnudan unas a otras y siguen adelante, lidiando con los sinsabores y las pequeñas alegrías de sus vidas. Es coherente porque su apuesta narrativa consiste en no salir jamás del espacio donde las encontramos, ese estupendo Parque del Príncipe de Cáceres por cuyos caminos nuestras protagonistas, de tres en tres o de dos en dos, pasean y hablan mientras la cámara las sigue en todo momento, atenta a un guión que privilegia en todo momento los diálogos y el descomunal trabajo de tres actrices soberbias sobre las que recae en exclusiva el peso de la propuesta. Nada de todo lo anterior funcionaría sin el excepcional trabajo de sus tres actrices, Emma Suarez, Adriana Ozores y Nathalie Poza, modélicas todas y cada una de ellas en sus arquetipos - que no tópicos: los trasciende - de mujeres bajo circunstancias muy distintas que evolucionan y crecen en la escasa hora y media en la que se desarrollan sus historias. En sus conversaciones surgen temas tan familiares para cualquiera como el acoso laboral y el techo de cristal, la sexualidad insatisfecha, la maternidad frustrada, las carencias emocionales, el miedo al fracaso o a la soledad, la resignación a asumir ciertas verdades innegables por mucho que traten de esconderse, las pequeñas trampas que todos nos hacemos para salir adelante y también silencios que cuentan a voces aquello que tratan de esconder. Pero el mérito de todo ello es hacerlo con absoluta y a veces dolorosa naturalidad, sin alardes y sin enarbolar ningún tipo de bandera de ejemplaridad, sino más bien al contrario. ‘Invisibles’ desmadeja a plena luz del día, entre árboles y bancos, las tragicomedias cotidianas de tres mujeres cercanas a la cincuentena, esas que pasean en ropa deportiva, zapatillas cómodas y pelo recogido, mujeres a las que rara vez el cine en general y el español en particular, como fiel y algo triste reflejo de la sociedad en la que vivimos, presta la atención que merecen. Esta película sí lo hace. Y muy bien además.

Candela Peña, el motor emocional del feliz reencuentro entre Iciar Bollain y la guionista Alicia Luna

·         LA BODA DE ROSA (Iciar Bollaín)

Estamos ante una película muy recomendable por varios motivos. El primero de ellos es que está primorosamente escrita. ‘La Boda de Rosa’ ha sido el feliz reencuentro entre Iciar Bollaín y la guionista Alicia Luna tras ''Te Doy Mis Ojos’ y ambas han sabido dotar a la película de ese difícil equilibrio entre comedia y drama que tan bien funciona. Además está muy bien dialogada y eso es algo menos común de lo que podría parecer en el cine español. Si a la historia de esa madre soltera y mujer abnegada y siempre dispuesta a cargar con los problemas de todos que un buen día se planta y decide abandonarlo todo para establecer un compromiso consigo misma, un excelente planteamiento de entrada, le sumamos un reparto simplemente perfecto – del siempre solvente Ramón Barea al mejor Sergi Lopez visto en años, de una divertida Nathalie Poza explotando su poco vista vena cómica a ese descubrimiento a seguir que es Paula Usero y por supuesto el ciclón que es Candela Peña cuando está en estado de gracia -  siento que hay razones más que sobradas para incluir ‘La Boda de Rosa’ en este listado. Su mirada humanista a todos y cada uno de los personajes, a los que el guión dota de razones sobradas para hacer lo que hacen y evolucionar como lo hacen, gente cuyas miserias emocionales van quedando poco a poco al desnudo cuando las decisiones que va tomando Rosa les pone delante de un espejo y van abriendo grietas en esas corazas que se han ido construyendo para enfrentarse al mundo y les obligan a mirarse por dentro, no es fruto de un simple acto de autoafirmación o de rebeldía feminista. Es la consecuencia de querer hacer algo tan sencillo de expresar pero tan difícil de llevar a cabo como intentar sentirse mejor consigo mismo a través de hacer aquello que desea o con lo que se sueña para así poder después mejorar su relación con los demás y huir de la dependencia, la culpa, las obligaciones (auto) impuestas y las relaciones tóxicas. Esto que podría parecer poco más que una frase banal sacada de un libro de autoayuda en el fondo es todo un proceso bastante más complejo que incluso a veces rehuimos para no enfrentarnos con los demás y especialmente con nosotros mismos. Eso es bastante complicado de plasmar en pantalla de forma que funcione, que te arranque una sonrisa (o una lágrima) y que no deje de ser algo que todos podemos percibir como bastante real en función de nuestra propia experiencia. Porque, no nos engañemos: está bien que una película nos haga mirarnos eso y a nosotros mismos en estos tiempos tan repletos de incertidumbre, desazón y cambio que estamos aun atravesando. La oportunidad de su estreno este año es otro de sus puntos a favor

Sentimental, una excelente e inteligente comedia con sus buenas cargas de profundidad sobre el mundo de la pareja y las insatisfacciones

·         SENTIMENTAL (Cesc Gay)

Una buena comedia es algo que siempre se agradece entre el marasmo de dramones que suelen componer este tipo de listas y pocas comedias hemos tenido tan brillantes en un año repleto hasta la náusea de supuestas comedias que apenas nos hacían enarcar una ceja que Sentimental, la adaptación a la pantalla de su propia obra teatral que Cesc Gay nos regaló en el último trimestre del año con un cuarteto de inspiradísimos intérpretes en su reparto. Sentimental es una comedia sexual por el tema que aborda, ese mal o buen sexo que se cuela por las rendijas de todas las parejas cuando llevan ya un tiempo juntas y cuya calidad y/o frecuencia – o mejor dicho, la falta de ambas - suele tornarse en termómetro de muchas relaciones. Los vecinos de arriba, que así se llamaba la obra de teatro general, nos presenta a dos parejas de vecinos: los de arriba follan (mucho) y hacen ruido (también mucho) mientras los de abajo, pues no. Y eso duele y molesta lo suyo, por más que las toneladas de sarcasmo con las que Javier Cámara interpreta a su personaje frente a una Griselda Sicialini menos inocente y también menos cargante de lo que parece a simple vista intenten disimular el profundo dolor de esa herida abierta y a la vista. Cuando sus desinhibidos vecinos – un brutalmente sincero Alberto San Juan y una despendolada y algo malévola Belén Cuesta – se dejen caer para una cena, el dispositivo para la comedia está más que dispuesto. Y funciona. Vaya sí funciona. Sobre todo porque sigue a pie juntillas ese viejo adagio que la risa a veces puede surgir al observar de cerca el dolor ajeno y rehuir el reconocerlo como propio se cumple a la perfección en una película que en menos de 90’ despliega sus numerosas cargas de profundidad sobre el aburrimiento, las expectativas, los paralizantes miedos, los deseos inconfesados y las pequeñas tragedias cotidianas de sexo y chapuza con notable eficacia. La comedia no miente y las risas compartidas en una sala de cine son uno de los mejores argumentos a favor de ver el cine dónde siempre es mejor verlo. Sentimental nos proporcionó uno de esos momentos en este 2020. Eternamente agradecido a Cesc Gay y a todo su elenco, muy especialmente a un gran Javier Cámara

Josep, un éxito de taquilla en Francia que cuenta la historia de un refugiado catalán y nos habla sobre la dignidad y la importancia de la memoria

·         JOSEP (Aurel)

Ha pasado demasiado desapercibida por su estreno tardío en este 2020, pero la mejor película de animación europea del año nos habla de la memoria, la dignidad y la importancia de mantener los principios mientras narra a través del fácil pero eficaz recurso narrativo del testimonio de un abuelo postrado en una cama que se lo cuenta a su nieto, la difícil vida del dibujante y después pintor catalán Josep Bartolí, su calvario en Francia en los campos de concentración de refugiados republicanos tras la Guerra Civil Española – una parte ésta de nuestra historia aún demasiado desconocida y a la que con un poco de suerte ‘Josep’ debería servir para revelarla a muchos que no supieran de ella - y su posterior renacer a la vida como exiliado lejos de nuestro país. ‘Josep’ es una a ratos cruda pero preciosa historia contada de forma magnífica por otro artista, Aurel, que tuvo la inteligencia de lanzarse al vacío con esta obra que le ha llevado varios años y en la que ha tenido que aprender a equilibrar su faceta de dibujante de satíricas y estáticas viñetas de periódicos – de hecho, el mismo Aurel reconoce que no es una película de animación, sino que prefiere definirla como una película ‘dibujada’ - con una puesta en escena en la que es la fuerza de la vibración leve del trazo la que, combinada con la enorme expresividad de los dibujos originales de Bartolí, construye una historia sobre la dignidad no demasiado original en su estructura, pero sí novedosa en su puesta en imágenes y sobre todo profundamente emotiva, en la que la BSO de Silvia Pérez Cruz, que también tiene un pequeño papel poniendo la voz de un conocido personaje al final de la cinta, envuelve la cinta de una belleza muy particular. Un detalle que no debe pasar desapercibido en Josep es que su guión es obra de Jean-Louis Milesi, colaborador habitual de Robert Guedigian y el aspecto combativo y reivindicativo del autor de los libretos de su cine también se deja ver aquí con meridiana claridad y contundencia, repleta de una enorme autocrítica sobre la actitud de Francia con los refugiados republicanos españoles en aquellos duros tiempos. Josep no solo es una excelente película, es la mejor forma de reivindicar tanto la vida del casi desconocido Bartolí como la tragedia casi desconocida que sufrieron esos miles de republicanos, doblemente perdedores de todo y poseedores de nada, que cruzaron la frontera de los Pirineos en 1939 para acabar en los campos de refugiados del sur de Francia. Y con suerte, sacar alguna lección de ello.

Los ojos siempre muy expresivos de Zurbarán nos observan

·         ZURBARÁN Y SUS DOCE HIJOS (Arantxa Aguirre)

Quizás una de mis mejores experiencias en una sala de cine este 2020 fue disfrutar de este excepcional y bellísimo trabajo de Arantxa Aguirre con el que seguía de cerca las huellas del pintor extremeño Francisco de Zurbarán con un planteamiento tan original como estimulante: partiendo de una curiosa serie de retratos de Jacob y sus doce hijos, según la tradición bíblica, los padres de las doce tribus de Israel, unos cuadros que se perdieron durante décadas y acabaron en el más extravagante de los destinos que imaginarse uno pueda, una exposición que se vuelve itinerante por diversos museos de EE.UU. y Europa, la realizadora de Dancing Beethoven traza un maravilloso recorrido por la obra de Zurbarán sin caer en ni una sola de las trampas recurrentes en las que caen a menudos los llamados ‘documentales de arte’ sobre obras o pintores famosos. Muy al contrario, con una serie de estupendas ideas de puesta en escena que implica jugar con elementos como la luz, el color y el blanco y negro (como hacía el propio Zurbarán en sus cuadros), el sonido (o la ausencia de él) o pequeñas animaciones, Aguirre consigue que nos metamos hasta el fondo por la madriguera de conejo que es la obra de Zurbarán y que en poco más de una hora experimentemos sensaciones tan diversas y tan conmovedoras como descubrir los motivos por los que un obispo anglicano de un sitio perdido del norte de Inglaterra se hizo con estos doce retratos de judíos y los colocó en un lugar privilegiado de su morada, por qué esos retratos pueden aun, con algo de suerte, ayudar hoy en día al desarrollo económico además de cultural de esa zona, adentrarse en la vida del pintor extremeño sin dar más allá que pequeños pero muy certeros apuntes de su enorme producción, elucubrar con lo que pudo pasar con esas obras el tiempo que estuvieron desaparecidas, viajar por varios museos del mundo con esos retratos aprendiendo en cada parada o, sobre todo, dejarse tocar por la inmensa belleza de una película que no puede ofrecer más al espectador en menos tiempo. Es una obra de una elegancia y una inteligencia tales que nadie debería dejar de verla. Que cerrara el XV Festival de Cine Inédito de Mérida con la propia Arantxa, premio Miradas, presentándola, fue el mejor broche posible a esta edición tan especial del 2020.

Pasar de niña a adolescente en la Zaragoza de 1992, un camino lleno de trampas y mensajes contradictorios. Un relato de crecimiento de la propia España

·         LAS NIÑAS (Pilar Palomero)

El año 1992 ha tenido un gran protagonismo por partida doble en el cine español del 2020. Primero llegó tras su estreno en Berlín y tras imponerse en Málaga Las Niñas, brillante ópera prima de Pilar Palomero en la que vertía gran parte de sus recuerdos de lo que significó para ella y sus amigas estar a un paso de la adolescencia en ese año en el que todos nos creímos, con la resaca de la movida y la confluencia de la Expo y los JJ.OO. de Barcelona, que ya estábamos integrados en la modernidad con el resto de Europa. Pero eso, por más que machaconamente insistieran la televisión, los periódicos y las revistas, no se vivía así en sitios como Zaragoza y más si, como es el caso que nos ocupa, eres una niña de 11 años con una madre soltera que estudia en un colegio religioso de pago para tener una mejor reputación que mira con los ojos muy abiertos a los confusos mensajes cruzados que recibe por todas partes y a las incoherencias de la vida. Pilar Palomero explora ese fin de la infancia repleto de deseo, ilusión, supuesta libertad y sometida a una continua ceremonia de la confusión en la que Celia mira con los ojos muy abiertos todo lo que sucede a su alrededor en un ecosistema tan frágil y depredador como el de cualquier adolescente y al mismo tiempo explora el fin de la infancia de esa cosa tan extraña y difícil de definir que es España, con su negra herencia pesando como un enorme fardo a la espalda y tratando siempre de correr antes de aprender a caminar. La lucha de Celia – una soberbia Andrea Fandós – por encontrar su propia voz tiene su correspondencia en una muy meticulosa y estudiada puesta en escena en la que la directora nos deja claro una y otra vez el juego de contrastes entre el cuento multicolor que se nos vendía y la grisácea realidad del día a día, rematada con una parte protagonizada por Natalia de Molina, la madre de la cría, imprescindible para darle a Celia el último e inevitable baño de realidad que la empuja a la definitiva toma de conciencia. Una película que para el que esto escribe es la mejor obra de ficción que ha dado el cine español en este año, que nos obliga a mirar de frente a aquella España de dos (o mas) velocidades del 92 repleta de magníficas y pertinentes referencias culturales y hacernos preguntas pertinentes sobre el papel de la religión y la educación en nuestra formación. Entonces… y acaso ahora.

La pantalla partida de El Año del Descubrimiento o cómo Luis López Carrasco nos obliga a revisar de forma tan honesta como crítica nuestro pasado para entender nuestro presente

 ·         EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO (Luis López Carrasco)

Si 1992 es el marco temporal donde Pilar Palomero instala su ficción muy enraizada en la realidad de Las Niñas, en El Año del Descubrimiento Luis López Carrasco lo convierte en el protagonista ya desde el título de una ópera magna alrededor de las discutibles bases sobre las que hemos construido este barco extraño que todos habitamos llamado España. La voluntad del realizador tiene mucho de suicida pero es plenamente coherente con toda su filmografía anterior: su objetivo es modificar de una vez y para siempre la forma en la que el espectador recuerda el año 1992 y demoler a conciencia esa imagen prefabricada que ha perdurado en nuestras mentes como ese año de incuestionables éxitos como la Expo o los JJ.OO. de Barcelona y la modernización de las infraestructuras de nuestro país, mientras en los pliegues de la memoria se quedaban hechos como el desmantelamiento de un modelo productivo que hubo que sacrificar para cumplir con Europa con la consiguiente conflictividad social que provocó hechos como que un parlamento autonómico saliera ardiendo tras una manifestación de protesta especialmente virulenta y que nadie recuerde hoy ese hecho. Como tantas otras cosas. Todo transcurre en un bar y con una pantalla partida. En ellas, en un tiempo indeterminado, se cruzan conversaciones. Algunos hablan de tiempos pasados de gloria y trabajo en grandes empresas. Otros cuentan las historias de sus padres. Los más jóvenes hablan de sus problemas laborales y personales de una forma que nos resulta muy familiar y presente sin hacer ninguna mención a ese pasado del que hablan los mayores mientras que otros, los más lúcidos, ofrecen devastadores testimonios no solo sobre el desmantelamiento de ese sistema productivo, sino de la destrucción sistemática de la confianza en el modelo sindical paras defender sus derechos. Unos y otros parecen desconectados, pero todos parecen retratar con implacable precisión todas y cada una de las crisis económicas que en este país han sido. Y así durante tres horas de que tienen algo de hipnótico: la multiplicidad de voces, imágenes de archivo y testimonios convierten al espectador no solo en destinatario sino por momentos en cómplice de lo que se está contando. Cómplice desde la culpabilidad, no ya desde la simple empatía, porque uno empieza a preguntarse por su propio papel en todo lo que ve, incluso desde el mismo voto. Y la película acaba con unos demoledores veinte minutos finales en los que entiendes a la perfección que las tres horas anteriores eran absolutamente necesarias para atarlo todo y llevarte a ese punto de catarsis emocional. 200 minutos que convierten El Año del Descubrimiento en la que posiblemente sea la película más brillante y seguramente necesaria no ya de este 2020, sino en muchos años. Una obra a la que volver muchas veces para recordar por qué somos lo que somos.

Vivian Barrett, el personaje del cine español del 2020, oteando un lago desde un fotograma que bien podría haber firmado el mismísimo Douglas Sirk

·         MY MEXICAN BREZTEL (Nuria Gimenez)

My Mexican Breztel se abre con esta cita: "La mentira es solo otra forma de contar la verdad" atribuida a un tal Paravadin Kanvar Kharjappali. Y enseguida comienza una sucesión de imágenes de archivo de pilotos volando biplanos y recuerdos familiares filmados en Super 8. No hay diálogos. Apenas hay sonido y cuando lo hay entra de manera sorpresiva: un tren que cruza la pantalla, el vuelo de un avión, el jolgorio de una fiesta distante. Uno sabe intuitivamente que ese montaje de sonido no se corresponde con las imágenes que se han filmado y está viendo, entre otras cosas porque el Super 8 no registra el sonido ambiente. Lo que sí hay son subtítulos sobre las imágenes. Se nos informa antes que empiecen a aparecer que dichos subtítulos son extractos del diario de Vivian Barrett, la mujer que aparece en las imágenes que vemos. El dispositivo narrativo es claro: las imágenes se rodaron en su momento con un sentido… pero los subtítulos, siempre en primera persona con Vivian desgranando sus pensamientos más íntimos y el montaje de las imágenes con esos subtítulos nos narran otra historia muy diferente… El juego que propone la directora Nuria Giménez es apasionante: uno sabe que esa colección de vacaciones, paseos turísticos por diversas capitales europeas y del otro lado del Atlántico más esos momentos de intimidad rodados en la década de los '50 y '60 del pasado siglo no tenían otra intención inicial que documentar esos instantes. Pero los subtítulos y el montaje crean, a partir de ellas, toda una apasionante historia. Y qué historia. De repente, nos vemos atrapados en una suerte de melodrama que podría haber firmado el mismísimo Douglas Sirk. Amor, frustración, infidelidad, insatisfacción, culpa, remordimiento, viajes, lujo... Todo creíble, todo inventado... El cine son 24 mentiras por segundo que crean algo absolutamente real que emociona hasta la medula. La película es pues una preciosa joya en la que la verdad de las imágenes crea una historia falsa que a su vez se convierte en el cine más real posible. Un inteligentísimo y fascinante trampantojo en el que zambullirse hasta el fondo y perderse en su arriesgadísima apuesta. Para el recuerdo queda esa fascinante Vivian Barrett, personajazo donde los haya y la forma de contar la historia de su vida dividida entre su realidad y su deseo, que a su vez es la historia de otra falsedad, ésta representada ante sí misma y los demás. Inmensa e inacabable. My Mexican Breztel es una propuesta que va mucho más allá del falso documental. Su hallazgo narrativo convierte lo banal en heroico, lo intrascendente en trágico, lo inocente en perverso, lo disfrutable en prisión y el amor en desencanto. Una película maravillosa, única… y posiblemente el descubrimiento más gozoso del cine español del 2020. No, no todo estaba inventado.

Listado completo de MI CINE ESPAÑOL DEL 2020 en Letterboxd

EL CINE QUE (CASI) ME SALVÓ EL 2020: Un preámbulo

 

EL CINE QUE (CASI) ME SALVÓ EL 2020 (I): UN PREÁMBULO

 

Siempre he sido un gran defensor de las listas de Lo Mejor del Año. Casi tanto como detractor de llamarlas así. Hacer una selección entre las películas que has visto a lo largo de los últimos doce meses te obliga primero, si eres de los que ve mucho cine, a ser disciplinado y llevar un cierto control tanto de lo que ves como de aquello que se estrena y que quizás no verás en ese momento, pero sí más adelante. También te obliga a echar la vista atrás y, repasando tus notas, valorar cómo y de qué forma se han fijado en tu memoria las películas que has visto, cómo ha evolucionado tu recuerdo sobre ellas, las ganas que tendrías de volverlas a ver en este preciso momento, la emoción que te provocaron, aquel detalle que te pareció maravilloso o al menos digno de ser rescatado incluso dentro de una película no redonda, ese momento que te aparece en la mente cuando lees el título en una hoja de papel.

Pero además es que estas listas tienen una gran ventaja y es la de descubrirte joyas que desconocías o incluso mirar con distintos ojos obras que sí has visto. Ambas cosas son valiosas y por eso también soy partidario de añadir un pequeño texto en el que puedas explicar por qué esta película en este momento de tu vida forma parte de tu cine del año. Y aquí llega lo que para mi es lo más importante: cada lista es absolutamente personal e intransferible. Es una foto fija de ti en un momento determinado que podría cambiar unos días después. Para mi las listas mal llamadas de ‘Lo Mejor del Año’ no son sino expresión del cine que a ti te ha tocado o te parece importante descubrir a la gente y el error más terrible es tomarlo como una especie de canon de lo que uno ‘debe ver’ o ‘tiene la obligación’ de conocer, por mucho que respetes la opinión de quien confecciona su lista. No son sino una guía hacia esa persona, con la que puedes estar o no de acuerdo. Quien hace esa lista lo hace – o debería hacerlo – en la convicción de que las películas que han sido importantes para él o para ella, quizás puedan llegar a serlo para el destinatario de la misma.

Público en el pase conjunto de Karen y La Nacencia, un lleno del XV FCIMerida

En este 2020 en el que todo ha cambiado, un año que parece contener en su interior un lustro entero, un año en el que las salas de cine cerraron durante meses – jamás en mi vida, ni siquiera de niño, pasé tanto tiempo sin pisar un cine - y se aceleró el proceso ya imparable de consumir películas (y series) a través de las plataformas VOD, un año que nos ha llenado de incertidumbre y en el que nadie sabe lo que vendrá, puede que estas listas sean más importantes que nunca, pues si en la crítica de cine hay que lamentar el también creciente fenómeno según el cual las películas se convierten en campos de batalla de polarización sobre si son la enésima y última obra maestra indispensable o un producto sobrevalorado, fallido y despreciable que no deberías atreverte siquiera a defender, con un espacio cada vez más reducido para encontrarse en un para mi cada vez más reivindicable término medio, más temible es aun el proceso por el que las películas se convierten en objetos de usar y tirar que no tienen el mínimo tiempo de reflexionarse antes de que llegue la siguiente obra maestra imprescindible que hay que ver ya y juzgarla igual de apresuradamente, contribuyendo a una ceremonia de la confusión repleta de ruido y furia.

Yo me he sorprendido varias veces este año atrapado en este proceso. Y trato de rebelarme contra él, no sé si con éxito. Me llamó mucho la atención durante el confinamiento, cuando veía los programas que hacía Días de Cine, comprobar como en las entrevistas a directores y actores del cine español, todos sin excepción confesaban que dedicaban las largas horas de confinamiento a ver cine clásico. Era el mismo refugio seguro al que yo también estaba acudiendo, imposibilitado muchas veces para ver cine nuevo – no me pasó solo con el cine: también con la lectura – y buscando la comodidad en el cine de unas viejas zapatillas de andar por casa. Todo eso cambió con el fin del confinamiento y el periplo por festivales, claro, que me llevó al otro lado del péndulo, a devorar cine nuevo, a una velocidad vertiginosa. Y salvadora.

Con Leticia Torres durante la presentación de su corto Fenomenal en el XV FCIMerida
 

Porque si, la selección de este año es la selección del cine que (casi) me salvó el 2020. Porque con la reapertura de las salas en junio y la preparación del XV Festival de Cine Inédito de Mérida que me llevó de forma consecutiva a San Sebastián, Sitges y Valladolid, recuperé todo el impulso y las viejas sensaciones de siempre: fueron 119 proyecciones en 17 salas de cine o espacios distintos de 5 CC.AA. en cinco intensas semanas, el periodo del 18/09 al 12/11, la prueba palpable que los cines son espacios seguros y la reivindicación de la importancia fundamental, hoy aun más que nunca, de los festivales de cine presenciales que culminó en una edición muy especial de nuestro FCIMerida que perdurará en mi memoria como uno de los recuerdos más bonitos e inolvidables de este olvidable año.

Soy consciente que me estoy extendiendo demasiado (como siempre) pero disculpadme: creía necesario hacer este preámbulo con las inquietudes que ahora que echo la vista atrás me rondan la cabeza antes de lanzaros en un próximo post mi selección del cine de este año que como siempre irá dividido en cine español y cine internacional. El criterio seguirá siendo el mismo: cine estrenado en salas y/o plataformas de VOD a lo largo del 2020, dividido en dos categorías, cine español y cine internacional, dejando fuera las películas vistas en Festivales que seguramente tendrán su estreno a lo largo del 2021 – aunque nadie sabe si eso será así o no en este momento, las cosas como son – y seguramente haciendo alguna mención aparte a algunas películas especialmente importantes para mí que he podido ver en distintos festivales o mercados de cine en este año pero cuyo destino o estreno es incierto, pues desconozco si llegarán a las salas o incluso a las plataformas VOD.

Con la máscarilla de Sitges 2020 en el XV FCIMerida durante el pase de La Nube y Tártaro

 

Dicho lo cual, vamos a ello…